«La reacción al cool jazz resultó inevitable, y casi necesaria… y tuvo lugar en la costa este, bajo la denominación de hard bop y funky». Martin Williams, La tradición del jazz.
Imaginemos la historia del jazz como el trazo de un río —valga como ejemplo el proteico Misisipi, padre del blues y de tanto de lo que de allí devino—, un rio que anda, cuyas aguas nunca son las mismas porque todo cambia y nada permanece —diría Heráclito—. Imaginemos su recorrido jalonado de apeaderos como metáforas de los diferentes estilos o momentos históricos del jazz. Entonces el hard bop se situaría entre la parada precedente del cool y el west coast jazz y las siguientes del jazz modal y free jazz.
Como esquema cronológico, vale, pero las cosas no son tan simples, menos aún si se habla de jazz, que es un río cuyas aguas no son mansas sino turbulentas, erizado de remolinos y rápidos, de meandros y en apariencia calmas charcas en cuyo seno anidan trampas de arenas movedizas, de ciénagas, que se fragmenta en múltiples cursos.
Y no son tan simples porque desde el momento mismo de su irrupción, recién iniciada la década de los 50 del pasado siglo, se siguió tocando no sólo bebop, sino también swing, y por supuesto mainstream (la entonces corriente principal en la que concurrían maestros como Coleman Hawkins, Lester Young, Roy Eldrigde o Harry ‘Sweet’ Edison, entre otros.). Y luego está el escollo de Miles Davis, pionero del hardbob, tras militar primero en el bebop junto a Parker, dar el golpe del cool a finales de los 40 (Birth of the Cool, 1949), transitar el hardbob (en 5 memorables álbumes de 1956 para Prestige, junto a Coltane, Red Garland, Paul Chambers y P. Joe Jones), saltar al modal (Kind of Blue, 1959), a la llamada fusion rock, a la electrónica… Espíritu inquieto, podría ejemplarizar toda la historia del jazz moderno, o aquel que se inició con la irrupción del bebop mediada la década de los 40 y se extiende hasta hoy.
En el jazz las cosas ocurren deprisa, los estilos se suceden a velocidad de vértigo, coexisten y se solapan, se entremezclan, en una suerte de constante acción/reacción. Por eso es preciso recurrir a un mínimo esquema con el fin de aprehender su colosal esencia mudable, so pena de perderse en una compleja espiral dialéctica.
Así, el hard bop surge como airada reacción frente a los postulados impuestos no sólo por el cool, o el west coast jazz, sino también por el cariz de ligereza y banalización que fue prostituyendo al jazz en general, de la mano de un grupo de jóvenes, y no tan jóvenes, músicos de la costa este, fundamentalmente neoyorquinos, encuadrados en la tradición bop, ante lo que consideraban como intolerable desvío de su propia música.
La respuesta fue una revitalización del jazz a partir de una mezcla reactualizada de gospel, blues —del que saldría el funky, razón por la que resulta imposible disociar hard bop y funky—, rythm & blues, los logros del be bop, incluso elementos de las antiguas work songs (canciones de trabajo). Se busca la inspiración en estos géneros propios de la tradición musical negroamericana —Art Blakey definió el nuevo estilo como «el movimiento de vuelta a los orígenes»— y en sus características esenciales: fuerte sentido rítmico, acento en la síncopa, fuerza emocional basada en el feeling del blues o del gospel, incluso del antiguo hot, lo que conforma una música más agresiva.
El movimiento vino de la mano de músicos como Horace Silver y Art Blakey, fundadores originarios del mítico The Jazz Messengers (1953), Bobby Timmons, el quinteto Clifford Brown-Max Roach, Lee Morgan, Sonny Rollins, John Coltane, Cannonball Adderley, sin olvidar al camaleónico Miles Davis, y un largo etcétera, que desdeñaban la falta de compromiso emocional del cool e hicieron bandera del carácter ardiente de su nueva propuesta: sonido instrumental robusto, alta dinámica de grupo, gran expresividad sonora, vehemencia en el fraseo, energía incendiaria en los tiempos rápidos y emoción y mayor acento en las baladas, incluso con importantes muestras de un primitivo funk (Horace Silver, “The Preacher” o “Señor Blues”), todo ello enriquecido con la adopción de estructuras armónicas más complejas que las del bop y una mayor perfección técnica del instrumento. Del bop guardó la forma de la instrumentación, por lo general quinteto (saxo y trompeta) y trío piano, aunque no fueron exepción otras formaciones, así como ciertas formas melódicas si bien reinterpretadas.
El hard bop no tardó en establecerse como dominante en el jazz moderno, como el nuevo mainstream en un trazo continuo que llega hasta hoy, incorporando tanto los hallazgos de los nuevos estilos que fueron apareciendo como el sello personal de sus propios intérpretes. Avanzada la década de los 60 se abre camino una nueva legión de hardbopers, que habían hollado los territorios del bebop, del jazz modal, del free jazz y del jazz rock, para postular una reencarnación del hard bop en plena competencia con el free y la fragmentación de estilos que trajo consigo la fusión. Entre sus aguerridas huestes cabría citar al incombustible Rollins, Dexter Gordon, Eric Dolphy, Herbie Hancock, Wayne Shorter, Randy Weston o Joe Zawinul. Y desde finales de los 70 experimentará un fuerte revival a cargo de numerosos músicos confabulados para dar testimonio del latido seminal de la tradición, como el grupo integrado por grandes figuras denominado VSOP (Very Special Onetime Perfomance, que pese al enunciado del nombre se reunieron en numerosas ocasiones, tanto en concierto como en estudio, integrado por la trompeta de Miles Davis, luego sustituido por Freedie Hubbard, y a su vez por Wynton Marsalis, el tenor Wayne Shorter, el pianista Herbie Hancock, el contrabajista Ron Carter y Tony Williams a la batería), y ya en los 80 por Terence Blanchard y sobre todo por los hermanos Marsalis —Branford y Wynton— que no en vano habían militado en los Jazz Messengers de Blakey, y en especial Wynton, en la actualidad virtuoso intérprete jazzístico pero también de la llamada clásica, docto educador, y sobre todo férreo defensor de una raíz y un legado que no debieran perderse, y de cuya ineludible discografía cabe reseñar The Majesty of the Blues (1989), defensa de los orígenes neworleanianos del jazz desde postulados modernos.
Y .hard bop contempáneo, teñido de sus respectivas experiencias personales, ejecutan músicos conocidos en esta sala como Joe Magnarelli, Eric Alexander, Grant Stewart, o los maestros Barry Harris o Vince Benedetti con quien Antonio González colabora en la formación granaina Hardbop World que nos visitó el pasado 28 de marzo, y que esta noche nos sorprenderá en cuarteto junto a Bori Albero, Miguel Canale y Pablo Mazuecos, en una propuesta que me atrevería a calificar como el ‘futuro de la tradición’, que no es mero juego de palabras sino la esencia misma del jazz, o como declaró en cierta ocasión Sonny Rollins con palabras desde luego más sabias: «Me gusta pensar que hay un vínculo directo entre el primer jazz y el jazz de cualquier época. Me gusta que el jazz se pueda tocar de una manera en que puedas oír lo antiguo igual que lo moderno, al menos así es como yo intento tocar».
Y por último, cabría hacer referencia al contexto social en el que surgió el hard bop, época de posguerra, de rearme ideológico conservador, de la caza de brujas ejecutada por la tenaza del machartismo que marginó al sector más liberal de la sociedad, bajo la acusación de filocomunismo, a círculos restringidos y a locales nocturnos donde entró en contacto con los músicos desplazados de los circuitos comerciales, en una relación que fue constante en el jazz moderno y que alcanzó su máxima expresión con la aparición de free jazz y su relación con el movimiento de lucha en pro los derechos civiles de los negros —en 1955 Rosa Parks fue detenida y encarcelada por negarse a ceder su asiento a un blanco y marcharse a la parte de atrás mientras viajaba en autobús—, el surgimiento del black power y una radicalización extrema de reivindicaciones, como las llevadas a cabo, por citar dos ejemplos, por Max Roach y Abbey Lincoln en We Insist! Freedom Now Suite (1960) o por las propuestas del Art Ensemble of Chicago. Pero ésta es ya otra historia, cruda y hermosa, digna de tratarse en otra ocasión.
Recomendaría una atenta escucha de la discografía de los músicos citados, así como de la de West Montgomery, Kenny Burrell, Jackie McLean, Oliver Nelson, las grabaciones de Thelonious Monk junto a John Coltrane, Blues & Roots de Charles Mingus, Go! de Dexter Gordon, The Sidewinder de Lee Morgan, entre una interminable relación. Apurense, busquen, aunque sea en Spofity, y escuchen… y de paso echen un vistazo a la ingente bibliografía, entre la que les recomiendo un puñado de textos básicos pero iluminadores como Joachim E. Berendt, El jazz desde New Orleans al jazz rock (FCE, 1986), Ted Goia, Historia del jazz (Turner, 2002), Frank Tirro, Historia del jazz moderno (Ma non Troppo, 2001), Martin Williams, La tradición del jazz (Edamex, 1985), Leroi Jones, Música negra: Jazz/Rythm’n Blues (Júcar, 1986), Phillipe Carles y Jean Louis Comolli, Free jazz, black power (Anagrama, 1973) o la monumental Historia de la música negra norteamericana de Eileen Southern (Akal, 2001), y para el caso español, José María García Martínez, Del fox-trot al jazz flamenco. El jazz en España:1919-1996 (Alianza, 1996).
Antonio González Quartet: Antonio González (saxo tenor) Pablo Mazuecos (piano) Bori Albero (contabajo) Miguel Canale (batería). Clasijazz, sábado, 23 de mayo de 2013, 23:00 H.
©José A. Santiago Lardón ‘Santi’ (23 de mayo de 2015)