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Clasijazz Big Band Swing & Funk plays Swing Era Classics


- 20 abril, 2018 - 0 comments

Clasijazz Big Band Swing & Funk plays Swing Era Classics. Al Swing y al Cabo. Coreografía y bailarines. Auditorio Maestro Padilla, domingo 22 de abril de 2018. 19:00 H.

¡Una ilusión! ¡Un cartel! ¡Una celebración!

Sobran motivos que justifiquen una celebración, celebramos el encuento con un viejo amigo, festejamos el nacimiento del hijo o sus primeros pasos, a diario se celebra el festejo del amor, el paso del tiempo cada año —debiera existir el cumpledías. Hay quien rememora un sueño, o un recuerdo, un acaecer, o se añora un tiempo pasado, presente y, porqué no, futuro. La añoranza es a su modo una celebración noble, pero más sublime sería festejar lo que aún no es, lo por venir, el futuro. La mente, y la ilusión, más allá del tiempo, por cima de él, rebasándolo, o «es como una maldición, Miles, esto ya lo toqué mañana», dijo Charlie Parker. El mañana es el hoy,  “Now’ the Time”, ese himno  seminal que debiera ser el pulso agitado del corazón de mujeres y hombres, de gigantes o colosos, de héroes y heroínas, de diosas y dioses del Olimpo… 
…Pero no es necesario viajar a través del tiempo ni al espacio telúrico ateniense… Aquí, y ahora, brilla un olimpo no menos legendario amasado con terral del desierto y agua salobre del mar de Ulyses y fraguado por el inclemente ardor del sol, un olimpo terrenal erigido por otra casta de héroes, y heroínas hechos de nervuda carne y recio hueso, y sobre todo de ilusión, sueños, esfuerzo, tesón y orgullo. Un oasis cultural donde cohabitan con proverbial soltura y gracejo clásica, danza, teatro, cine, un maremágnum de talleres y jazz, mucho jazz, que es lo que ahora nos concita y celebramos…

Hay motivos sobrados, diría infinitos, para la celebración, para el éxtasis y la catarsis, para el justo y debido homenaje al medio centenar de avezados marinos —entre músicos y bailarines— que desde este maravilloso escenario nos invitan a subir a bordo de una singular nave y surcar los mares de la aventura y la sorpresa… Atentos, viajeros, suban a bordo… E la nave va.

Por último agradecer al público su presencia y al Ayuntamiento que nos representa su impagable colaboración

La era del swing

«Fue una era de milagros, una era de arte, una era de excesos y una era de sátira». Francis Scott Fitzgerald, Relatos de la era del jazz.

En la década de los años treinta y cuarenta del siglo XX, la era dorada del swing, una vasta cohorte de orquestas —la revista Metronome reseñó la existencia de casi 300— recorría de norte a sur y de este a oeste los locales y salas de baile y conciertos de los Estados Unidos. Al compás de su música la gente bailaba, saltaba, zapateaba, claqueaba, repiqueteaba con los pies el suelo porque mal asunto es «si mientras tocamos la gente no mueve los pies» dijo en cierta ocasión Count Basie y «No significa nada si no tiene swing» aseveró Duke Ellington.

Era la época de las batallas de orquestas y de los nuevos bailes de moda como big apple, black bottom, swing, suzy ‘Q’el famoso lindy hop, de los que tendrán noticia gracias a la insistente labor, sabiduría y desenfadado jolgorio del nutrido grupo bailarinas y bailarines aunados en esa comunidad llamada Al Swing y al Cabo y que esta noche pondran en escena maravillosos bailes y coreografías al son de la oleada sonora de la Clasijazz Big Band Swing & Funk dirigida por Mike Fletcher. Mirada al pasado, presente continuo y un paso al futuro.

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En la rutilante constelación del jazz brillaban entonces célebres orquestas como las de Tommy Dorsey, Fletcher Henderson, Benny Goodman, Glenn Miller, Erskine Hawkins, Jimmy Lunceford, Duke Ellington o Count Basie, o el duque y el conde como destacados miembros de una peculiar y vasta aristocracia por cuyas venas corría una sangre amasada de blue notes y swing, raudales de swing.

¡Swing, swing, swing!, sería fiel apelativo de una época que Francis Scott Fitzgerald llamó Jazz Age y presente en su narrativa —Suave es la noche, El gran Gatsby, A este lado del paraíso o la colección Relatos de la era del jazz—, y caracterizada como la quintaesencia de la música popular, del jazz como música de baile, explosión de ritmo y melodías, exquisitos arreglos y el aderezo de la mágica sal del swing servidos con mucho amor a un público entregado al baile.

Orquestas o máquinas de precisión que acentuaban el tempo, lanzaban riffs de sabia eficacia al modo de veloz locomotora, transmitiendo celeridad y compás a una pléyade de bailarines sumidos en una vorágine al modo del ácido film de Sidney Pollack, Danzad, danzad malditosThey Shoot Horses, Don’t They?(1969), adaptación de la novela de Horace McCoy ¿Acaso no matan a los caballos?, música de John Green e interpretada por Jane Fonda y Michael Sarrazin—, que narra con crudeza la otra cara de la moneda de esos felices años, al cabo azotados por la depresión: acuciados por la necesidad muchas parejas acudían a maratonianas sesiones de baile con el acicate del premio, o al menos estar bajo cubierto y comer y beber gratis.

¡Danzad, danzad, malditos!

«La danza es el lenguaje escondido del alma». Martha Graham (1894-1991)

El jazz, que es música pero también mucho más, siempre estuvo vinculado al baile, incluso en los funerales estilo New Orleans se bailaba una vez despedido el finado al son irresistible de una banda: ¡albricias, dejó de sufrir, que la gran montaña blanca lo acoja! La expresión corporal es inherente al jazz como se plasma cada día en las míticas exhibiciones que tenían lugar en Congo Square, bulliciosa plaza de aquella ciudad.

Durante largo tiempo el baile fue para los esclavos negros trasplantados a tierras americanas una forma de perpetuar sus ritos ancestrales y una liberación del sufrimiento diario. Luego, tras la domesticación que supuso el proceso educativo, se agitaron y temblaron en las iglesias poseídos del éxtasis religioso al son del gospel. Y cuando se hicieron con instrumentos, a veces a hurtadillas, tocaron y modificaron ciertas músicas de origen europeo y los ritmos y pasos de baile correspondientes (contradanzas, cotillón, polcas o mazurcas) preñándolos de convulso ritmo sincopado.

En la era del swing, o de las grandes big bands, el baile, danza, o expresión corporal irrumpió con diabólico frenesí, surgiendo un sinfín de estilos o figuras que algunos autores aúnan bajo el marbete de jitterbug: five, swing dance, cakewalk, boogie woogie, shimy, charleston, one step, two step, tap dance, black bottom (culo negro, pero también apelativo a los bajos fondos de los barrios de algunas ciudades sureñas), asi como una serie de danzas humorísticas, con frecuencia imitación de la forma de andar de determinados animales (turkey-trut, horse-trut, honey-bug o camel-walk).

Y, como no, el lindy hop que para algunos especialistas incorpora numerosas innovaciones de diversos pasos y estilos precedentes. Contemporáneo a las grandes orquestas de la era del swing, y por tanto impregnado de ese frenesí sonoro que son estas máquinas del ritmo, proliferó en las salas del Harlem neoyorquino como Savoy Ballroom, Cotton Club, Roseland o Apollo Theater. Eran años de desenfreno, de necesidad de diversión con la que eludir la aciaga realidad que devino con la Gran Depresión, o crack del 29, terrible crisis financiera que llevó a mucha gente a la ruina y al suicidio. Crecieron extendieron los festivales, afición y seguidores con la fuerza de un tsunami hasta el punto que la revista Life lo declaró baile nacional en 1943. El estilo toma su nombre, es el diminutivo, de Charles Lindberg que fue el primer aviador que cruzó el Atlántico desde New York a París a bordo del Spirit of St. Louis, y hop, por lo del salto. Sobre el tema hay abundante bibliografía e información en la red, pero les recomiendo la novela de Philip Roth, La conjura contra América (2004), sutil ucronía donde Lindberg gana la presidencia y se alía con Hitler y no les cuento más.

Tras esta etapa dorada del lindy, devino un periodo de recesión como consecuencia, entre otras causas, del cambio de gustos tras el advenimiento del rock & roll, los elevados impuestos aplicados a salas y clubes que obligó a su cierre, la gradual desaparición de las grandes orquestas, o a la implantación de la ley seca que lejos de solucionar el problema originó otros más graves (gansters, tráfico ilegal, economía sumergida y, sin embargo, la gente siguió bebiendo).

Pero a partir de 1980, y de modo imparable hasta nuestros días, el lindy experimentó un creciente auge en países como Estados Unidos, Inglaterra o Francia, al que contribuyó en parte películas como El gran Gatsby, The Artist o Cotton Club, multiplicándose las salas donde ejercitarlo y las escuelas donde aprenderlo, generando a su vez un look de carácter revival y todo lo que ello conlleva: refinado estilismo, moda, peinado, complementos y una marabunta de boutiques especializadas

En España, con más tardanza, como casi todo, la ola lindy penetró vía Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades, cobrando un inusitado desarrollo hasta el punto que se cuenta por miles los seguidores y abundan escuelas de gran nivel como Zaraswing (Zaragoza), Swing Maniacs, Spank the Baby o Lindy Hop Cat (Barcelona), Swing Dance (Sevilla), Spirit of St. Louis (Valencia), o Big Mama Swing, En modo Swing o Blanco y Negro Studio en Madrid, por citar algunas.

Al Swing y al Cabo

En Almería los primeros balbuceos de lindy hop son recientes —según me cuenta Maite Ludobiche, ferviente admiradora y competente educadora— y llegan de la mano del trompetista Antonio Ximénez, aficionado y entonces director de la Clasijazz Big Band junior, junto a Nuria Pistón, quienes enseñaron los pasos básicos durante los conciertos dominicales de la big band, y de paso hicieron afición, creándose un grupo originario que se reunía para bailar, acudían a festivales de swing o veían, comentaban y estudiaban videos. Así se fue consolidando un núcleo inicial, que solicitó el auxilio del cubano Samuel Rigal de la escuela Sevilla Swing Dance, y en octubre de 2013 organizaron el primer taller de lindy impartido por los profesores de la escuela Swing Maniacs de Barcelona, el lituano Martynas Balciünas y la española Lorena Medina, y al que asistieron cuarenta niños y una treintena de adultos. Tiempo después, por octubre de 2015, una de las parejas más veteranas Rubén ‘Rumba’ Expósito y Elena Romero, de entre los que se reunían para bailar con Antonio Ximénez, tomaron el rol de profesores tras formarse durante un año de viajes en festivales nacionales, buscando la técnica y el perfeccionamiento necesario para luego comenzar su propio proyecto, impartir clases de iniciación en Clasijazz. Ese mismo año, Al swing y al Cabo dio a conocer su primer festival, el Almería Swing Fest, que atrajo a más de 150 personas de diferentes puntos de España.

Desde entonces la fiebre, o la cultura swing o lindy ha crecido de forma constante y más que sorprendente. Y como es propio de esta cultura, suelen bailar en cuanta ocasión se tercie, en las jam sessions y conciertos del clasijazz, y en plazas y jardines de la ciudad, emboscados como clandestinos, emotivo apodo que reciben quienes provistos del musical loro se enfrentan y bailan ante un asombrado e improvisado público. Danzaron en la Alcazaba, en la Plaza de la Catedral y recientemente en la Plaza de las Velas. Organizan y participan en festivales, fiestas junto a la Original Dixieland Clasijazz, o como esta noche de celebración, con la Clasijazz Big Band Swing & Funk.

En la actualidad el universo del swing es una realidad más que notoria en la ciudad. Sus bailarinas y bailarines, aunados en la comunidad Al Swing y al Cabo, desarrollan una intensa actividad sea bailando en los rincones de la ciudad, organizando encuentros o impartiendo exitosos talleres y clases a diferentes niveles de lindy hop, boogie woogie, collegiate shag y otros estilos en la sede de Clasijazz.

Encomiable labor que llevan a cabo con saber hacer y tesón personas como las citadas Elena y Ruben, y Violeta Sogel y Mónica Navalón a través de unos talleres cuya demanda no deja de crecer y generando una auténtica comunidad swing en la ciudad.

Para esta memorable celebración van a participar una treintena de alumnos del Taller Al Swing y al Cabo: Violeta Sogel, Mónica Navalón Piqueras, Jesús Martínez Caro, Laina Laura Martínez Cano, Belén Uki… y muchos más cuya relación no habría lugar en este breve espacio y acaso algún espontáneo de entre el público o el público al completo bailando en el patio de butacas.

Pondrán en escena dos intervenciones. Una de ellas, un baile social, en el que todos los participantes de distintos niveles bailarán un tema de forma improvisada poniendo en práctica lo aprendido en clase.

Y un segundo tema, “T’Ain’t What You Do (It’s The Way That You Do It), que todo buen hopper debiera saber bailar, —escrito por James ‘Trummy’ Young y Melvin ‘Sy’ Oliver y grabada originalmente por Jimmie Lunceford en 1939— y con el que pondrán en escena una coreografía mundialmente conocida llamada shim sham shimmy. Es una rutina de tap de los años 20 y treinta y que luego, con el revival del lindy hop de los años 80 popularizó el bailarín Frankie Manning, considerado uno de los precursores del lindy, hasta convertirse en un básico para los más de 150.000 bailarines de la comunidad hopper y que, precisamente, es habitual bailar con la versión de Lunceford.

La grandeza de una big band

«Hay un sinfín de bandas en los colegios y universidades con jóvenes muy preparados que se aplican y quieren convertirse en músicos profesionales, del mismo modo que hay muchísimos músicos muy buenos que se dedican a la enseñanza de esos jóvenes». Duke Ellington, La música es mi amante: memorias.

Una big band es mucho más que una gran orquesta, es grande no sólo por el número de intérpretes que la integran, sino por su estructura en secciones —madera, metal, rítmica, incluso cuerdas—, por la existencia de un repertorio que le da sentido y unidad, por sus arreglos, cobrando la figura del arreglista un papel fundamental junto al director que en muchos casos asume ambos roles.

Es grande sobre todo por su proyección de futuro, de permanencia, porque una big band es un laboratorio de ideas, un espacio de encuentro y comunicación entre sus miembros, un lugar de aprendizaje y formación, y si me apuran una extensión educativa de la escuela porque la música es la más elevada de las llamadas bellas artes y el jazz una de las más importantes manifestaciones culturales surgidas en el siglo XX.

Desde su época dorada, la era del swing —Fletcher Henderson, Duke Ellintong, Count Basie—, pero también después, con el advenimiento del jazz moderno, el bebop —Dizzy Gillespie, Jay McShan—, el cool —Woody Herman, Stan Kenton—, el hard bop (Oliver Nelson, Mel Lewis), con la llamada thrid stream o tercera corriente (Gunther Schuller), con el free jazz más radical —George Russell, Sun Ra Arkestra—, o en sus variantes más contemporáneas y de vanguardia —Vienna Art Orchestra, Carla Bley Jazz Composer`s Orchestra, Maria Schneider—, las big bands han sido instrumentos o vehículos de expresión de las más fecundas creaciones músicales. Grandes compositores y arreglistas han trazado en las líneas del pentagrama auténticas joyas sonoras equiparables a las escritas para grandes formaciones de la llamada música culta, léase sinfónicas, o ensembles en su apelación más contemporánea.

Desde Ellington a Bob Mintzer o Anthony Braxton, pasando por Glenn Miller, Benny Goodman, Shorty Rogers o ese genio malhumorado a veces, entrañable tantas otras, con trazas de oso glotón que fue Charles Mingus, las big bands fueron la voz cantábile de los sueños de grandes creadores, además de fuente de gozo sin límites.

Pero la crisis, el cambio de moda, lo oneroso de su mantenimiento marcó el inicio de su progresivo declive desde mediados de los años cincuenta: Count Basie tuvo que renunciar por un tiempo a su aguerrida tropa sonora. Y Duke Ellington, allá por la década de 1950, reconoció que perdía dinero.

Sin embargo, a partir de 1980 las big bands recuperan su papel motor en la vida del jazz, tanto como orquestas de repertorio como auténticas escuelas vivas para músicos de todas las edades y estilos. Por ejemplo, en Estados Unidos no existe universidad que se precie que no tenga la suya, y quien haya paseado por algunos de sus inmensos campus o por sus auditorios habrá tenido ocasión de oir una algarabía de pitos y de seguido el saxo alto de Phil Woods, o el de Lee Konitz, impartiendo una master class, y sobre todo transmitiendo el copioso peso de la tradición.

En Europa también cundió el ejemplo, y surgieron numerosas orquestas aunque no vinculadas al ámbito universitario, sino a organismos públicos en unos casos y en otros posibles gracias al esfuerzo y tesón de asociaciones culturales y musicales, escuelas de música y otros colectivos. Singulares son los casos de la Orquesta Nacional de Jazz francesa, los Loose Tubes londinenses —en su origen patrocinados por el sindicato de músicos—, la Big Band de la Radio danesa.

Y en España existe la Orquesta Nacional de Jazz (ONJAZZ), dirigida y creada por el baterista Ramón Ferrán en 1999, en torno a FONJAZZ (Fundación Orquesta Nacional de Jazz de España) y cuyo álbum inaugural Jaleos vio la luz en 2009 y en 2011 Mujeres en el jazz, con el fin de recaudar fondos en la lucha contra la violencia machista.Y son numerosas las ciudades del ámbito nacional que cuentan con una como la del Taller de Músics de Catalunya, Sedajazz (Sedaví, Valencia), por citar un par de casos entre una inabarcable infinidad.

En Andalucía también son habituales en numerososas localidades como la Asejazz Big Band de Sevilla, la Big Band One de Jaén Jazzy, la AJM de la Asociación de Músicos de Jazz de Málaga, la Ool-Ya-Koo (Granada), la Soberao Jazz (Dos Hermanas, Sevilla).

Y en Almería tuvimos la UAL Jazz Band creada en el curso 2000/2001 —auspiciada por el Aula de Jazz-Aula de Música y el Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Relaciones Internacionales de la Universidad de Almería— que grabó su primer álbum en el mítico Johnny de Madrid en 2002, integrada por 14 músicos, bajo la batuta de Pepe Viciana, con Isabel López como vocalista, y con el oriente de ser gérmen de una futura big band que no llegó a fructificar.

Y hoy mismo, y al amparo de Clasijazz, coexisten en hermoso hermanamiento dos big bands, Clasijaz Big Band, la hermana mayor nacida en 2010, y la menina, formalmente Clasijazz Big Band Swing & Funk, a las que se suman la nutrida nómina de orquestas infantiles y juveniles que orillan la geografía provincial. La primera, se presentó en 2015, la Big Bandaráx (Gádor, Alhama de Almería) y de seguido un continuo goteo: Levantina (Carboneras), The Train (Huércal de Almería), Marble (Macael y comarca del mármol), The Little Big Band Clasijazz (Almería), Red Prawn (Garrucha), Big Band de Cuevas del Almanzora y seguro que algunas cuyo germen empieza a despuntar en algun remoto lugar. Niñas y niños llevados por su pasión por la música e hito encomiable y espejo del creciente movimiento cultural de la provincia.

Clasijazz Big Band Swing & Funk

La Clasijazz Big Band Swing & Funk, conocida familiarmente entre la afición como la de los jóvenes, o la de los benjamines, constituye un fenómeno digno de la mayor de las consideraciones. Surgida tras la consolidación y éxito de su “hermana mayor”, y a pesar de su aún breve tiempo de rodaje, goza ya de una considerable entidad como ha demostrado con creces en sus numerosas y variadas apariciones públicas. Por ejemplo, la presentación de su nuevo repertorio en la sala de conciertos de Clasijazz en febrero de 2015, o su participación junto a grandes figuras nacionales e internacionales: Christina Dahl & Sophisticated Ladies, Juan Galiardo Trío, con la cantante danesa Sinne Egg, o dirigidos por el saxofonista valenciano Blanco Latino, por el italiano Duccio Bertini con la participación además de la cantante Susana Sheiman, o por MartÍn Leiton con la participacion del batería Ramón Prats, sin olvidar los maratonianos encuentros de big bands junto a sus colegas Big Band AJM de Málaga y Big Band One de Jaén Jazzy. Y memorable fue el encuentro con el legendario saxo tenor Benny Golson a quien ofrecieron a modo de paseillo un emocionado “Blues March”.

Y asumiendo una gran variedad estilística de repertorios como los dedicados a la música del saxofonista inglés Mike Fletcher, su actual director, o al excelente álbum de Count Basie, The Atomic Mr. Basie, ambos celebrados en 2017, así como el concierto dedicado a la música del gran compositor y director de orquesta Woody Herman celebrado en enero de 2018 en el Auditorio Maestro Padilla capitalino.

Integrada por jóvenes estudiantes que dividen su tiempo entre la formación académica habitual con laboriosos ensayos, asistencia a talleres y seminarios, master class y otras actividades musicales, a veces con el auxilio de miembros de la “hermana mayor”, constituye, valga el término futbolístico, una auténtica cantera, amén de una segura apuesta de futuro, tiempo siempre importante en una música que desde sus orígenes ha sido revolucionaria, integradora, fagocitadora de mil y un estilos.

Una larga veintena de interprétes sobre el escenario entre los que cabe contar músicos experimentados como Pablo Mazuecos, Bori Albero, Pepe Álamo, grandes y jóvenes improvisadores que ya intervienen en jam sessions, como el guitarrista Pablo Sánchez, imparten talleres como José Diego Sarabia o José Carlos Hernández, o desarrollan proyectos de sumo interés como es el caso de la Big Bandaráx de Gádor y Alhama cuyos responsables son el trompetista José Carlos Hernández y Aurelio Muñoz, al igual que hacen lo propio el saxofonista Diego M. Pecharromán con la Levantina Big Band de Carboneras o el guitarrista Arturo Palenzuela en The Train de Huércal de Almería.

Además la Clasijazz Bing Band Swing & Funk participa en el programa Ilusionar con el Jazz, iniciativa en colaboración con la Diputación Provincial de Almería, y con el que se ha llegado a centenares de jóvenes y niños de diferentes municipios almerienses. El programa incluye un taller de un día seguido de un concierto de la big band.

En su repertorio habitual hay espacio para un amplio abanico de estilos —swing, blues, bebop, hard bop, latin o funk—, así como mágnificos arreglos de temas como “Mary’s Idea” de Mary Lou Williams, o los que hiciera el gran Sam Nestico de “Splany” o de “Jumpin´At The Woodside” o el “Sussudio” de la orquesta de Phill Collins, así como una larga nómina de standards del jazz clásico: “Basin Street Blues”, “Sant Louis Blues”, “Strike at the Band”, “Against Add Old”, “Sing, Sing, Sing” o el que fuera tema cortina “Artistry in Ryhthm” de Stan Kenton.

Mike Fletcher (director)

Mike Fletcher (Birminghan, Reino Unido) Multiinstrumentista de viento —flauta, saxo alto y saxo tenor en do—, compositor de gran personalidad creativa y un lirismo y vigor exultantes, arreglista, escritor y académico vive a medio camino entre el Reino Unido y España.

Su interés por la música comenzó en el hogar familiar donde sus padres, amantes del jazz, la clásica y el folk, supieron contagiarle desde muy temprana edad. Su padre era saxofonista y en el hogar había una nutrida colección de discos. A los 6 años se inició con el piano, cambió al violonchelo a los 8, para decidirse por el saxo a los 14.

A los 16 años inició su carrera profesional con una gira por el Reino Unido y Europa con la Midland Youth Jazz Orchestra. Después estudió jazz en el Birmingham Conservatoire con profesores como los saxofonistas Mike Williams y Julian Siegel y se graduó en 2005. A dicha institución regresó para completar su doctorado en 2018 y ahora desarrolla una intensa actividad como investigador posdoctorado.

Tras su graduación vivió y trabajó en el Reino Unido, Alemania y España, labrándose una sólida reputación, presentándose en numerosos clubes y festivales de jazz en el Reino Unido —EFG London Jazz Festival, Cheltenham Jazz Festival o Manchester Jazz Festival—, Europa —Outono Em Jazz (Portugal), Jazz Goes To Town (República Checa), e internacionales —Cambio S Festival (Brasil), IAJE Conference (Toronto, Canadá).

Mike es, ante todo, saxofonista y como tal actúa como líder de sus proyetos —Mike Fletcher Trio, Cuarteto Español, Mike Fletcher Jazz Orchestra— o como sideman de formaciones como Olie Brice Quintet, el grupo de jazz flamenco almeriense Cuarteto Majao o Johathan Silk Big Band. En 2015 fue invitado por la Birmingham Symphony Hall para participar en la ECHO Rising Starsprogramme —actuando en destacados escenarios de ciudades europeas como Londres, Baden Baden, Hamburgo, Barcelona, Budapest, Dormund, Estocolmo, Bruselas, Birmingham o Lisboa—. En 2013 fue elegido por la BBC para representar al Reino Unido como saxo alto solista con la European Jazz Orchestra que dirigida Ann-Sofi Søderqvist por recorrió el continente europeo.

Su versatilidad musical le ha permitido tocar y grabar con músicos como Tony Bianco, John Dankworth, Paul Dunmall, Bobby Previte, Tony Levin o Dan Weiss. Trabaja en proyectos de trío, noneto y orquesta de jazz.

En 2013 editó el álbum Nick of Time (Slam Productions) a trío con el bajista Olie Brice y el batería Tymoteusz Jozwiak, y en enero de 2015, Vuelta (Stoney Lane Records) bajo el nombre de Mike Fletcher Trio, con el mismo bajista y el baterista estadounidense Jeff Williams e integrado por composiciones propias donde revela su íntima relación con Andalucía y Almería, su otra residencia emocional. La segunda mitad de 2018 estará de gira por Europa promoviendo su último álbum, Picasso (s), un proyecto experimental para saxo solo inspirado en el jazz y en las artes visual. Y como sideman ha colaborado en grabaciones con notables jazzístas contemporáneos como Tony Bianco y Paul Dunmall.

Su música está influenciada sobre todo por el lenguaje melódico e improvisador del jazz, pero también ahonda en ámbitos como el folk, la música popular y la clásica contemporánea.

Como compositor ha trabajado variados géneros como el jazz, la música clásica contemporánea para teatro y cine. En 2017 compuso y dirigió la música de la producción de la Royal Shakespeare Company Dido, Queen of Carthage, considerada como «una de las más hermosas partituras de la RSC en mucho tiempo».

En 2013 recibió el encargo de Jazzlines/THSH para componer e interpretar una suite musical como parte de la celebración de la obra del compositor minimalista Steve Reich. La obra fue estrenada en el Symphony Hall Birmigham en marzo de 2013 y grabada en junio de ese año por una formación de viento y dos contrabajos —Mike Fletcher (sa), Percy Pursglove, Mike Adlington (trompeta), Tom Dunnett, Richard Foote y Hans Koller (trombón), Olie Brice y Nick Jurd (contrabajo) y Tymek Jozwiak (batería)

Parte de su extensa producción musical ha sido interpretada por destacados solistas como Lee Konitz, Andrew D’Angelo o Dan Weiss.

Es el actual director titular de la Clasijazz Big Band Swing & Funk (Almería) con la que ha tenido ocasión de trabajar con leyendas del jazz como Benny Golson, Barry Harris y Lee Konitz, desarrollando interesantes repertorios, revisitando su propia música, el excelente álbum de Count Basie, The Atomic Mr. Basie o éste que ahora se estrena a modo de viaje a la época dorada del swing de las grandes big bands de Glen Miller, Count Basie o Ellington

Además es escritor e investigador académico vinculado al Royal Birmingham Conservatoire (Reino Unido). Ha publicado artículos e impartido conferencias en el Reino Unido y Europa y muchos de sus textos, incluídos capítulos, han sido editados en colecciones por Routledge y Leuven University Press.

Se estrenó en Clasijazz en febrero de 2015, es habitual de sus jam sessions, y ha tocado como invitado en numerosas ocasiones, entre otras junto a Lee Konitz. Cuando sus compromisos profesionales se lo permiten desarrolla proyectos como, por ejemplo, el admirable Mike Fletcher Quintet junto a Julián Sánchez, Albert Cirera, Bori Albero y Ramón Prats.

Plantilla Clasijazz Big Band Swing & Funk

Pero también hay sorpresas y loable motivo de celebración, que no otra cosa es la incoporación a la plantilla de los hermanos Abad —Antonio a la trompeta, Manolo al saxo tenor— jóvencísimos ya no promesas, sino realidades procedentes de la hermana BigBandaráx de Gádor y Alhama de Almería, emulando esa larga tradición jazzística de brothers: Adderley —Nat y Julian—, Brecker —Randy y Michael— o Heath —en este caso tres, Percy, ‘Tootie’ y Jimmy.

  • Director titular: Mike Fletcher.
  • Trompetas: José Carlos Hernández, Antonio G. Aguado, Antonio Abad, David Galera.
  • Trombones: Sergio Torres, Liberto Alonso, Corina Martínez, Héctor Morata.
  • Saxos altos: Juande Marín Manzano, Joaquín Romero.
  • Saxos tenores: Florencio Peligros, Antonio Fernández Barbero, Manolo Abad.
  • Saxo barítono: Diego M. Pecharromán.
  • Piano: Pablo Mazuecos.
  • Guitarra: Arturo Palenzuela.
  • Contrabajo: Bori Albero.
  • Batería y percusión: Álvaro Sánchez Gallardo, Francisco Fernández Martínez.

Repertorio

Moonlight Serenade, Little Brown Jug, Pennsylvania 6-500, In the Mood, String of Pearls, Let’s Dance, 920 Special, Doggin’ Around, Rhapsody In Blue, I Got A Girl In Kalamazoo, Eager Beaver, Little Jazz, Perfidia.

El repertorio recoge clásicos de la era dorada del swing, algunos arreglos de canciones populares y grabados por las celebérrimas orquestas de la época, otros, obras maestras de la expresión musical estadounidense, caso de Rhapsody in Blue, o incluso el genial bolero Perfidia compuesto en 1939 por el mexicano Alberto Domínguez y versioneado por grandes figuras del jazz como Nat King Cole, Glenn Miller, Ahmad Jamal o la cantante Peggy Lee.

© José Santiago Lardón ‘Santi’ (Abril, 2018)

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