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Almería, en la élite del jazz mundial


- 1 diciembre, 2019 - 0 comments

11 FEBRERO, 2020 – MIGUEL BLANCO

Cuando hace más de 20 años, allá por 1998, un grupo de músicos, profesores y alumnos se animaron a montar una asociación de amantes del jazz y la música clásica, nadie contaba con que en la actualidad, de esa semilla hubiese brotado la oportunidad de tocar con una banda originada en Almería en el mítico Carnegie Hall de Nueva York, interpretando además una de las obras más complejas de la historia de la música, el ‘Epitafio’ de Charles Mingus. Esto es lo que, a falta de confirmación de fecha oficial, está a punto de hacer la Clasijazz Big Band, una agrupación que ya se encuentra entre las más potentes de Europa y que es uno de los hitos en la historia del Clasijazz, un lugar que está rompiendo los esquemas de gestión de este tipo de clubes y que, además, está generando una cantera de músicos y aficionados a estilos de música alejados del ‘mainstream’.

Desde que se creó la asociación pasaron cinco años hasta que se abrió el primer local que acogió el Clasijazz, en la plaza Puerto Pino, en Nueva Almería. Comenzaron 20 socios, que ahí tenían el lugar donde actuar con asiduidad ante un público sentado en sillas de playa. «Al principio, hacíamos nosotros mismos una programación de música de cámara, de ópera, de jazz. Primero cosas locales hasta que empezamos a traer cosas de Granada y de diferentes provincias», rememora Pablo Mazuecos, fundador del club y uno de los impulsores de este proyecto que ya tiene muchas ramas, «la de conciertos, la de escuela, formativa, de espectáculos, y también audiovisuales».«Empezamos poco a poco, sin ningún tipo de ayuda, y si faltaba dinero para las actuaciones lo poníamos nosotros», cuenta, porque «el espíritu del Clasijazz siempre ha sido el de unir personas por un objetivo que no es mayoritario todavía, la música clásica y el jazz». Poco a poco, fueron creando una afición, al tiempo que cambiaban esa costumbre almeriense de que los conciertos arrancasen a la una de la madrugada. E incluso consiguieron que el aficionado asumiera que la música no es gratis y que para ver un concierto había que pagar entrada, aunque fuese de un grupo local.A la vez, iban «decorando el sitio con mucho amor, poniendo pósters, dándole vida, pero sobre todo con mucho contenido, que es en lo que nos basamos», prosigue Mazuecos. En aquella época inicial, ya había talleres, aunque esta faceta educativa, al principio, era más intermitente, con seminarios o talleres esporádicos, pero fueron creciendo hasta que tenían siempre la sala llena. Incluso firmaron convenios con la Universidad de Almería y traían músicos de fuera para impartir esas clases.«La educación ha sido uno de los puntos claves de Clasijazz», reconoce Mazuecos. Y lo es con un objetivo: el de crear una alimentación entre el músico que aprende o ya sabe tocar y la música en directo. «Creemos que aprender música sin ver conciertos no es el concepto», señala Mazuecos, y añade que «más del 90% de la gente estudia pero no va a nada». Y eso en una época como la actual, en la que las cifras de quienes estudian música, sea en conservatorio o en academias, son de récord. «En los ochenta y noventa la gente iba a conciertos, pero ahora nadie va a nada, a no ser que sea música electrónica, que sí que mueve a muchísima gente. Puede ser que un festival concreto tenga sus asistentes, pero no hay continuidad», apunta Mazuecos.Con esto en mente, iban programando conciertos para los que «los grupos que había en Almería nos poníamos metas para hacer repertorios nuevos, tanto en clásica como en jazz». Poco a poco, comenzaron a traer a bandas de fuera. Uno de los primeros conciertos nacionales fue de Jorge Pardo con Carles Benavent y Tino Di Geraldo. Pero no había una programación nacional e internacional continua. A algunos músicos los llamaban ellos, pero otros se enteraban de la existencia del Clasijazz porque otro músico ya había tocado previamente y les hablaban muy bien del sitio y del público. «Les habían contado que había un sitio aquí de locos», cuenta Mazuecos, «y si venían de Italia a Portugal, por ejemplo, llamaban a veces para venir a probar la experiencia».

Acciones para las teclas de un piano

Así, poco a poco, el nombre de Clasijazz se iba haciendo cada vez más grande en la escena cultural tanto de Almería como de fuera. Y la presencia de grandes músicos nacionales se fue haciendo más habitual. Gracias a la aportación de los socios, pudieron pasar de tener un piano eléctrico a uno vertical. «Y para pasar a un piano de media cola, hicimos acciones sobre teclas; a 50 euros cada tecla, que son 88, salía el precio del piano», recuerda. Al cambiar el piano, aprovecharon para montar su primer ciclo de pianistas. Vinieron Ignasi Terraza, «un pianista ciego buenísimo, el más internacional que tenemos», Albert Bover y Albert Sanz, los más relevantes del panorama español. Y también algunos internacionales, como Enrico Pieranunzi, «un italiano que está entre los grandes de Europa».Y ya con artistas internacionales, consiguieron incluso llevar a aquella pequeña sala al Joe Lovano, uno de los grandes de la historia del jazz, que «había tocado en los auditorios más importantes del mundo y tenías la oportunidad de verlo en Almería en un club pequeñito, con sillas de playa». Ese concierto marcó un hito en cuanto a la afluencia de gente, que «cada vez era mayor. Es más, venía más gente al concierto aquí que al mismo concierto en Madrid o Barcelona», señala Mazuecos. Así, «se fue creando una tradición de ir a ver conciertos, que es lo que queríamos. Antes se veía un concierto al mes y aquí hay quienes vienen a tres o cuatro a la semana, que ningún oyente de España ni Europa lo hace. Es un público supererudito a nivel mundial».El club iba muy bien, y aunque nunca han tenido la ambición de crecer, la fortuna hizo que tuvieran que cambiar de local en 2012, cuando el dueño del antiguo les quiso subir la renta a un nivel que para ellos no era ya asumible. Pero tuvieron la oportunidad de optar a uno de los locales previstos en el barrio de Oliveros para crear una zona cultural (de la que al final solo permanece el Clasijazz), y así consiguieron un sitio más amplio y más céntrico. «La localización es perfecta, porque está en el centro, pero sin la bulla del centro», destaca Mazuecos, «y con unas vistas maravillosas al cargadero de mineral y a la Rambla».

El mejor pianista del mundo

Hace apenas tres años, Clasijazz consiguió traer a Brad Mehldau, «el mejor pianista del mundo, el más influyente de los últimos 20 años». Un músico que ya solo toca en grandes auditorios de ciudades como Berlín o Viena y que «es el único músico de jazz que va a cualquier tipo de auditorio». Y que llevaba un par de décadas sin hacerlo en un club de jazz. «Es el que más me ha costado, con mucha diferencia, y eso que es mi ídolo», cuenta Mazuecos. «Lo conseguí a base de ‘cartas de amor’, que tampoco se hacen ya, porque ya no hay fans como antes, ahora lo son del momento». Lo hizo a lo largo de diez años hasta que al final Mehldau aceptó venir. «El concierto fue acojonante, no se oía una mosca», rememora el fundador de Clasijazz, que recuerda que Mehldau le decía luego «que el público era de lo mejor que había visto nunca. Hizo cuatro o cinco bises y nadie respiraba». Quienes se lo perdieron, porque las entradas se vendieron en nada, podrían volver a tener una oportunidad el próximo año. Mehldau ya ha dicho que le gustaría volver a tocar en Almería, en Clasijazz.Pero no ha sido él el único grande. Clasijazz ha traído a muchos de los grandes de la historia del jazz, como Benny Golson, con 89 años, Sheila Jordan, con 90 o Lee Konitz, también con 90, que ha venido ya tres veces. Gary Bartz vino con 78 años, «un negro altísimo con ojos azules, y se lo encontraron haciendo footing por el Paseo Marítimo», cuenta Mazuecos. «Fue un concierto de tres horas sin parar, emocionante, intensísimo». Faltan por venir Wayne Shorter o Sonny Rollins, pero porque ya no están tocando. De hecho, a Sonny Rollins le invitaron e iba a venir a tocar, pero el médico no le permitió viajar. Quien sí vino fue Barry Harris, con 88 años y en silla de ruedas, e incluso dio un curso de 15 horas al día. «El espíritu del jazz a veces te sorprende, es gente que lo da todo y está siempre entregada por la profesión», señala Mazuecos, que en cualquier caso asegura que «aquí puede tocar Brad Mehldau y al día siguiente lo hace un niño con su padre y es igual de importante».Con ese espíritu y actitud, a Big Band Clasijazz, la banda que formaron desde el primer día, ha ido creciendo y desde 2010 ha adquirido incluso prestigio internacional. Graban con asiduidad con artistas internacionales como Kenny Werner y grandes nombres como Mike Gibbs, que hizo una residencia de tres meses aquí, o los españoles Perico Sambeat y Ramón Pardo la han dirigido. Han tenido grandes actuaciones como en el Festival de Jazz de Copenhague. Y en 2015 lograron el hito de estrenar el ‘Epitafio’ de Charles Mingus para el que les llamaron de un festival en Nueva York, en el Carnegie Hall, a principios de 2019, que tuvo que aplazarse, y que ahora se concretará a finales de año. Aprovechando el viaje, además, harán también un concierto con Kenny Werner para presentar el disco. «La Big Band Clasijazz incluye músicos de aquí y a los mejores músicos del país», explica Mazuecos; grandes nombres como Enrique Oliver, Toni Belenguer, Julián Sánchez, Ramón Prats o Boris Albero. Mazuecos destaca además que traen a «muchos invitados, porque queremos aprender de los buenos». Y eso ha hecho que ya sea «de lo más potente que hay ahora en Europa y de las más reconocidas».Otro hito fue la creación de la primera big band profesional en España, el año pasado, para la que estuvieron tres meses viviendo aquí 20 músicos, los mejores del país y de Europa, «algo que no se había hecho antes». Los mejores músicos de España y de Europa. Además, durante otros tres meses se montó un ballet profesional y en otros tres, una orquesta sinfónica profesional.Ahora, Pablo Mazuecos quiere exportar el modelo más allá de las fronteras almerienses y españolas. «Con una red de sitios como estos, habrá unos sueldos para que la gente pueda vivir de ser músico, que es lo que no se puede actualmente, porque no hay sitios donde tocar, todo festivales y un músico no puede vivir de ello». Con ello en mente, el próximo abril irán a Dinamarca a explicar cómo han logrado dinamizar el Clasijazz sin apenas recursos. Porque allí los recursos sí los tienen, pero les falta el impulso y la pasión que pusieron aquí los 20 socios originales.Música y formación siguen siendo las señas de identidad de esta sala, porque para sus socios el «único miedo es que no somos un negocio, pero sí que los gastos fijos hacen que haya que llegar a fin de mes, y entonces las necesidades son muchas», cuenta Mazuecos, que añade que «mientras, damos cultura a 20.000 niños, como hicimos el año pasado. Eso es lo que queremos, sostener la fundación y seguir haciendo cosas».

Fuerte apuesta por la formación

La formación es una de las ramas fundamentales de Clasijazz. Una rama que creció poco a poco, desde seminarios puntuales a la actual oferta de más de 20 talleres de todos los instrumentos, big band o baile de swing, el nuevo ‘boom’, que tiene 120 bailarines fijos. «Hay muchísimas posibilidades de formarte aquí», señala Pablo Mazuecos. Además, desde cualquier edad, porque también hay talleres de música para bebés desde los 0 meses, que vienen en familia, con un especialista en ‘music learning’. Además, aprovechan cuando viene alguien de fuera para que den una master-class o un taller. Los músicos «se implican mucho, porque hay una espiritualidad en el mundo del jazz de compartir», destaca Mazuecos.Asimismo, organizan talleres por la provincia, como este otoño con We Love Jazz. «El objetivo es la creación de orquestas de jazz en los pueblos e inculcarles lo que es la improvisación a los que vienen de bandas tradicionales y a los músicos de escuela. Hacemos talleres durante el día y luego ven a nuestra Big Band de jóvenes tocando. Y ellos también tocan ese día en directo. Luego hacemos seguimiento para ir manteniendo la llama». Esta iniciativa es pionera en España y de momento ha logrado que haya diez big bands consolidadas y en activo. En Almería hay cuatro permanentes, en la zona del Almanzora hay dos, y una en la zona de Macael, en Garrucha y en Carboneras. Y también está la Big Bandarax, formada por 25 niños de entre 9 y 16 años, que es «la más potente, la que más tiempo lleva», entre Gádor y Alhama, que inauguraron este año el Festival de Jazz y en Dinamarca estuvieron el año pasado en un festival internacional. La idea es que se vayan creando más en otros pueblos «e incluso que monten espacios como Clasijazz, que hagan su programación en los pueblos, que se acostumbren a la autogestión», cuenta Mazuecos.Esta apuesta por la formación hace que no exista un club igual en el mundo, y además autogestionado. Los hay con «una subvención o de gestión pública, pero autogestionado por familias y que esté dedicado al clásico y al jazz, no. Existen clubes de jazz, pero sin la formación. Y con big band propia, hay muy pocos, dos en Nueva York».

(Reportaje publicado en el número de diciembre de 2019 de la revista Foco Sur).

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