Trío Garum: Javier Galiana (piano) Joan Masana (contrabajo) David León (batería)
Convidados obligados ma non tropo: Fernando Brox (flauta) Julián Sánchez (trompeta)
Clasijazz, sábado/22/05/2021/20:00 H
Gente guapa… y mucho aliño
Expectación cuando menos fue el sentimiento ante el anuncio de la visita del Trio Garum a Clasijazz, acaso el triálogo más seductor por cuanto de irreverente, creativo y sorprendente supuso su debut en la escena jazzística de esto que llamamos piel de toro y que es simplemente el lugar que habitamos.
Expectativas en el corazón pero un nubarrón de desolación enturbiando la razón, poca people merodeaba por los aledaños, la terraza o la cafetería de Clasijazz, conocidos de los de siempre, de casi media vida, amigos, querencias de lo familiar que apenas sumaban la docena pero desde luego gente con encanto, con mucho encanto…
¿Por qué tan a menudo la mudez de presencias es la respuesta? Se nos llena la boca hasta el empacho con eso de la cultura, «Me gusta la cultura», dice alguien, «Yo hago cultura», arguye otro, como si se tratase de un delicado manjar que deglutir a palo seco, cuando quizá lo que debiera ser es mero divertimento y, a lo sumo, dejarse empapar por la lluvia, como la persistente del domingo pasado, ese agua que cala y penetra hasta lo más hondo… y acaso entonces podríamos empezar a hablar de esa cuasi cosa que con tanta frivolidad llamamos cultura…
¿Vendrá gente? es el interrogante que uno —que a estas alturas de la vida se considera más que nada puro pisacharcos—, lleva escuchando desde hace más de cuatro décadas, cuando en el entrañable del Georgia y frente a frente, con Sera, ambos apoyados en la barra y con un trago en la mano y todo dispuesto, carteles, sonido y el local limpio, le preguntaba a Sera, porque era quien de verdad soltaba la pasta: «¿Vendrá gente?», mediaba un sorbo largo y un breve silencio, «Pues no lo sé», «Y entonces», y una respuesta invariable, «Ya veremos»… Y viniera gente o no, fuese sobrada, justa o escueta, había concierto y con el concierto, música, y con la música una oleada de placer inmenso, pleno, enervante y todos contentos, los músicos con su paga, siempre parca, y el público, si lo había, con su volátil recompensa de ¿cultura? —cuántas veces habré estado tentado de gritar aquel “cuando oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola”, atribuido dicen unos que a Millán-Astray y otros a Goebbels, aquellos dos ominosos intelectuales orgánicos del rebuzno fascista, pero uno se contiene porque sabe que es mero arrebato de adolescente inclemente e irredento que al cabo se disipa por el lenitivo de una supuesta razón de la edad madura…. ¡Otra estupidez de la medianía, la guadaña que siega y normaliza emociones y pasiones!
And that jazz begins
Y comienza el espectáculo y con el espectáculo la sorpresa porque sobre las tablas del escenario aparecen no tres sino cuatro, Javier, Joan, David… y Fernando
¡Vaya!, pienso, pero debió ser de viva voz porque oigo ¡Sorpresa! y es el flautista Fernando Brox, que como otras veces se suma al convite, quien contesta y al cabo el pianista Javier Galiana añade justificando al invitado, es que ha querido unirse para adornar al trío, o acaso dijera aliñar, porque de aliño hay que decir si hablamos de garum que es el nombre que quiso adoptar el trío en remembranza de la intensa salsa con la que los romanos sazonaban sus comilonas.
Gente guapa como la del original de Fernando, Beautiful People, con el que principiaron el concierto, gente guapa en el escenario y gente guapa el público, incluso quienes no vinieron porque no pudieron, no supieron o no les vio en gana, allá ellos…
Y se van sucediendo los platos de un menú suculento y sabroso aliñado con aderezos musicales, —pesto, fritailla o ajoblanco diríamos si fuese asunto del yantar—, sabores de poderoso rock, algarabía de guajira de El Palmar, un delicado choro da Quota, el deje rotundo de un blues caminero…
…pero ya suena la trompeta de Julián Sánchez, otro convidado no obligado y prosigue el banquete orféico rompiendo moldes y ataduras, como si estuviesen tumbando al mismísimo Monk, sin más cortapisa que el dictado de la música, ese lenguaje bastardo de gente canalla y soñadora, de gente guapa…
…y va ya más de la hora sobrada de pantagruélico gaudeamus entablado a modo de inusitado quintadiálogo entre ese sanedrín de chefs aventureros y osados que no dudan en perpetrar las más inconcebibles mixturas de ingredientes y condimentos sonoros, cuando de entre la ovación cerrada que huele a despedida surge la voz de Javier que interrroga, ¿A qué queréis otro bis, verdad? Es que tengo ganas de tocar…
Ganas de tocar después de tanto tiempo de silencio y, lo consecuente, de escuchar música ¿Qué otra cosa, si no?
Puente
Ignoro si el jazz es cultura, ni si lo es cuando uno piensa, medita o mira el horizonte más allá de la raja del mar, allá donde se difumina como aire y agua, sueño y realidad. Dudo, y con firmeza, sobre el sentido y la existencia misma de la cultura, tal el carnaval de fantasías inconfesables en la que ha tiempo mudó, en esa intolerable fiesta de vanidades propias y ajenas a la que la hemos reducido…. Como recalcitrante monoteísta solo creo en la vida, esa inmensidad simple e inabarcable y, por supuesto, en la gente guapa como la que esa noche nos ofreció semejante concierto…
Resolución conclusiva
Y ya altas horas de la madrugada, después de todo eso, de despedidas y deseos de suerte y hasta la próxima y de los reiterados últimos tragos que nunca terminan porque así acontece entre gente guapa, y mientras camino de regreso me asalta el eco de esa hermosa canción llamada What Is This Thing Called Love? y se me ocurre cambiar love por culture, pero no consigo que armonice y luego por jazz y entonces sí, como si lo uno estuviese hecho para lo otro… Bendita gente guapa.
© José Santiago Lardón ‘Santi’ (Mayo, 2021)