Naranjazz Festival-12-14/9/2025
En Gádor, un pueblo de apenas tres mil habitantes, a solo veinte minutos de la ciudad de Almería, del 12 al 14 de septiembre se celebra, un año más, el festival Naranjazz. Aunque solo pude asistir a día y medio de los tres, la experiencia fue suficiente para sentir toda la magia y el espíritu del festival. Un fin de semana de tres días dedicado principalmente a conciertos de jazz de diferentes formaciones, pero también con variedad de otros géneros musicales. Artistas reconocidos y nuevos unen sus fuerzas para transportar al público con su música. Cada noche, en cuanto comienzan los conciertos, el espacio junto al gran arco en forma de naranja, hecho de luces naranjas, se llena de gente que observa entusiasmada, mientras disfruta de su bebida y de una selección de tapas. Tanto el escenario pequeño como el grande, situados casi uno frente al otro, se inundan de melodías de jazz.
En el concierto de Claijazz Collective con Jose Diego Sarabia destacan los solos armónicos de los instrumentos de viento, así como sus movimientos llenos de ritmo. Piezas como El día de la marmota y El sonido de la caracola aportan un matiz especial con sus melodías repetitivas pero únicas. En muchos momentos, todos los instrumentos —desde el piano, acompañado por el contrabajo pizzicato, hasta la percusión y el silbido del cantante que recuerda el sonido de las olas de noche— logran que el oyente sienta que esta junto al mar, sosteniendo una caracola en el oído, mientras las melodías alternan entre un dulce piano y un forte misterioso.
Pasando al quinteto de Antonio Lizana, el público se entusiasma con el concierto de flamenco, con el cantante que canta mientras toca el saxofón en sus pausas, y al mismo tiempo un bailarín baila flamenco combinando de forma impecable palmas y zapateados. En algunos temas, el saxofonista está tan absorbido por su música que su cuerpo se mueve arriba y abajo mientras toca. Las canciones recuerdan a las tradicionales de los pueblos, mientras que la voz del cantante, con sus constantes modulaciones, recuerda a los amaneces. El piano, a veces dulce y nostálgico, se une al saxofón en una armonía que te hace sentir en casa. Finalmente, en algunos temas las voces de los cantantes se mezclan con la del público, invitándolos a participar en la armonía general.
En el grupo Tumbando a Monk los temas tienen sobre todo ritmos latinos, con el saxofón, el bajo, el piano y la batería uniéndose a los bongós, las maracas y la flauta. Finalmente, en el grupo Fantasy Beat Collective la cantante, con su energía y su buen humor, consigue que el público cante y baile junto a la banda, desde temas en español hasta en inglés, hasta el amanecer.
El sábado por la mañana, bastante gente se ha reunido en la plaza. Principalmente familias con niños pequeños que corren felices al ritmo de la música, pero también personas de todas las edades. Frente al escenario, puestos con juguetes y joyas artesanales brillan al sol, atrayendo al público a acercarse para mirarlos de cerca. Los grupos van desde dúos de guitarra y voz, que animan al público a cantar con ellos, hasta jóvenes que dan sus primeros pasos en la música (Combos escuela de música de Gádor, Escuela de Clasijazz) y músicos experimentados que animan con los sonidos de la guitarra, el ukelele y la batería (ELCAMM). Y, por supuesto, el grupo con los cajones (Cajonada en familia), donde niños y adultos tocaron ritmos latinos acompañados de guitarra, sumándose a la alegría colectiva.
Sin duda, fue una experiencia única para grandes y pequeños, que tuvieron la oportunidad de asistir a las actividades matutinas y nocturnas del festival, llevándose recuerdos que guardarán por mucho tiempo y escuchando música que quizás nunca habrían podido oír en directo. Iniciativas como esta mantienen viva la esperanza de promover la música jazz en lugares cada vez más remotos.
Crítica de Zoi Michailidou
Fotos de Emilia Studnicka