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Nueva serie Mimos para el espíritu: Tommy Flanagan. «El feroz amable del jazz»


José Santiago Lardón 'Santi' - 9 marzo, 2021 - 0 comments

Tommy Flanagan, In His Own Sweet Time (Enja, 2021)

Piano solo. Smooth as the Wind / If You Could See me Now / Untired Blues / Some Other Spring / How Long Has This Been Going On? / Who Can I Turn To? / Just Squeeze Me / Day Dream / Valse Hot / Good Bye.

La edición japonesa del sello Solid Records, incluye además una versión de “Dance of the Infidels” de Bud Powell.

Disponible desde el 21 de febrero de 2021

Leyenda entre leyendas

Tommy Flanagan (1930-2001) fue uno de los pianistas más destacados de la historia del jazz. Llamado el escudero fiel del jazz, fue pilar esencial de la cantante Ella Fizgerald y también de Tony Bennet, participó en álbumes esenciales como Saxophone Colossus de Sonny Rollins, Giant Steps de John Coltrane, The Incredible Jazz Guitar de Wes Montgomery, Straight Life de Art Pepper o Art de Art Farmer, por citar algunos de una interminable nómina del who is who del jazz. Con prácticamente cualquiera que hubiera sido alguien en la historia del jazz tocó y grabó, sumen a los antes señalados figuras señeras como Miles Davis, Coleman Hawkins, Roy Eldridge, Ben Webster, Harry ‘Sweet’ Edison, J.J. Johnson, Milt Jackson, Thad Jones, Booker Little, Howard McGhee, Clark Terry, Phil Woods…, en fin, una leyenda, o como dijo alguien, una leyenda detrás de leyendas.

No solo era un sideman de plena confianza, sino que contribuía de manera decisiva a que el mejor de los sonidos sonará aún mejor, más allá del mero acompañamiento armónico, razón por las que tantas leyendas solicitaron sus servicios, anhelaban especial toque, esa etérea cualidad tan difícil de definir, pero reconocible al instante.

Cuando el fin emprendió su carrera como líder se hizo patente el alcance de su brillantez, habitualmente al frente de sus tríos, en los años 50 con el bajista Wilbur Little y el batería Elvin Jones o ya en los años 80 con George Mraz y Al Foster, así como con otros avezados cats como los bajistas Red Mitchell, Ron Carter y Peter Washington y los bateristas Roy Haynes, Tony Williams o Bobby Durham, por ejemplo. Muy recomendable es el álbum Giant Steps. In Memriam to John Coltrane (Enja, 1982) en el que junto a George Mraz y Al Foster rinde tributo a su antiguo compañero y maestro.

Pero también en otros formatos, en especial a dúo, fuese con un guitarrista como Jim Hall, pero sobre todo a dos pianos: Hank Jones, Kenny Barron o Jackie Byard.

E incluso a piano solo, dando sobradas muestras de su maestría, de su distintivo estilo y aunque no se prodigó en demasía de este modo, sí que sí que existen excelentes registros. Por ejemplo, la primera vez en 1974 y cuando era el pianista de Ella Fitzgerald, publicó el álbum Solo Piano (Storyville) y unos años después Alone Too Long (Denon, 1977) y hace apenas un mes  In His Own Sweet Time (Enja, 2021), que es el que les recomiendo.

Una grabación especial porque aunque publicada a principios de 2021, permaneció dormida en los archivos más de un cuarto de siglo —se registró en directo en el Birdland Jazz Club de Neuburbgon the Danubio (Alemania) el 9 de octubre de 1944. Tommy fue por Manfred Rehm, empresario y mecenas del club desde su fundación en 1958 y admirador del pianista. Tommy, haciendo gala de su proverbial modestia y agudo humor negro, dijo al terminar la actuación: «Fue horrible, nunca volveré a hacer algo así», en un probable remedo del «Preferiría no hacerlo», célebre frase del relato Bartleby, el escribiente de Herman Melville.

Al cabo, y tras fumarse un cigarrillo y reponerse con un trago, añadió que pensaba que el público había sido muy comprensivo y generoso con sus aplausos y felicitaciones y como se ha dicho, la grabación quedó acumulando polvo en los sótanos de la discográfica hasta ver la luz ahora, veinte años después de su muerte.

Aquel concierto estuvo rodeado de cierta polémica porque Flanagan ni por asomo había oído hablar de aquel club llamado Birland que no era el de Nueva York, sino el ubicado en una remota ciudad de la Baviera y se mostró más que reacio, aún más si como había planeado Matthias Wincklemann del sello Enja iba a ser grabado. No estaba dispuesto e hicieron falta paciencia infinita y sutil persuasión, incluida la mediación de su esposa y gerente Diana para convencerle y aun así se mostró mucho más pesimista ante la perspectiva de afrontar una noche entera sin acompañamiento.

Cosas de Tommy, hombre de voz suave, modesto, reservado y amable pero que —según Diana, su segunda esposa—, “su dulzura y tranquilidad son engañosas. Es un hombre fuerte, con mucho genio y carácter”.

El álbum incluye imaginativas recreaciones de 10 clásicos del jazz, interpretadas con ese tempo lento-moderado característico del maestro —como sugiere el título del álbum, en su dulce momento—, en el que cada giro, cada frase brota con tal precisión y redondez expresiva que uno no puede sino sucumbir a su magia e imaginarse al público de aquella noche absorto, ensimismado, la respiración contenida. La elección del repertorio es certera expresión de la sensibilidad poética de Flanagan —también se lo conocía como el poeta del jazz—. Dos son originales de Tadd Dameron (Smooth As The Wind e If You Could See Me Now), Some Other Spring de Irene Kitchings, dos del dúo Ellington/Strayhorn (Just Squeeze Me y Day Dream), de Gershwin su conocida How Long Has This Been Going On?, Who Can I Turno To? de Alec Wilder, el célebre Valse Hot de Sonny Rollins, el original de Flanagan Untried Blues —no “Untired” como reza en la carátula— para despedirse con el arrebatador Good Bye de Gordon Jenkins

*

Mimo para el espíritu —sin banales alardes de virtuosismo—, con una pegada que te cala hasta lo más hondo por la agudeza de sus armonías, la reinvención de esas melodías que conocemos pero que ahora brotan con el frescor del tallo nuevo —la primavera está al caer, some other spring…—, pura belleza, magia fluyendo de su corazón, su mente, sus dedos… Y eso que puso mil reparos… Cosas de Tommy, amable pero tozudo.

Influenciado en sus inicios por legendarios pianistas como Nat King Cole, Teddy Wilson y Art Tatum, pronto asumió el innovador lenguaje del be bop y las enseñanzas del germinal Bud Powell, uniéndose por derecho propio al irreductible círculo de los modernistas. Su estilo se ha comparado como un medio camino entre el fraseo bop de Barry Harris y el hermoso y elaborado lirismo de Hank Jones.

Para Flanagan la música es la precisa conjunción de tempo, lugar y un contexto específico y su interpretación se basa simplemente, ni más ni menos, en “tocar las notas bonitas” al hilo del oriente de Charlie Parker.

Whithey Balliett (1926-2007), el más aguzado de todos cuántos han escrito sobre jazz y cronista durante medio siglo del New York —otro mimo para el espíritu de quien que en un futuro hablaremos— lo adjetivó como el poeta del jazz, para luego trazar un perfil de órdago:

«Nunca estuvo por debajo de los de primera fila. Pero de vez en cuando, si el ambiente es tranquilo, el público atento, el piano en su punto y las vibraciones convenientes, se apasiona y entonces tocará durante toda la noche con inenarrable inspiración y entusiasmo, enhebrando tan impresionantes y sucesivos solos que el público saldrá con la sensación que haber asistido a un evento mágico, casi místico».

Su magia, su toque poético, ha influido a una buena legión de pianistas, de su generación, como sus paisanos Barry Harris y Roland Hanna, o posteriores, como por ejemplo la pianista Helen Sung que truncó su carrera en lo clásico por el jazz tras escuchar el swing y el fraseo de un solo de Flanagan, y Kenny Barron —magister entre maestros— lo considera como su héroe y quedó fascinado por su toque y su lenguaje desde la primera vez que lo escuchó, allá por sus años de secundaria:

«Fue mi gran influencia y continuó siéndolo hasta el día de su muerte y todavía lo es».

Bueno para tus oídos

Hablar de música con palabras es acusado síntoma de sinestesia, cuya única prescripción y cura posible es, precisamente, ¡música!, benditas grajeas que debiera recetar la sanidad pública en lugar de otros sucedáneos de la farmacopea.

Como he pasado media tarde y parte de la noche dale que te dale al frasco, solo me quedan dos comprimidos que comparto generoso:

Un video de su álbum Giant Steps (Enja, 1982) con un repertorio tributo a John Coltrane:

https://youtu.be/WaYFopPQAEY

Y como se acerca la primavera, Some Other Spring,  incluido en el álbum que he intentado reseñar sin aparente éxito

https://youtu.be/NxYqo24TlW0

Disfruten, sean buenas y no olviden la mascareta

© José Santiago Lardón ‘Santi’ (Marzo, 2021)

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